Romper las dinámicas segregadoras, en las que
las relaciones entre hombres y mujeres están condicionadas por la
posesión, las falsas expectativas o los derechos adquiridos, es el mayor
reto del sistema educativo en el siglo XXI. Así lo acaba de señalar un
estudio del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
según el cual no hay aún una sola mujer en el planeta que vaya a conocer
la igualdad de género. La escuela, junto con la familia o los medios de
comunicación, sigue siendo un espacio de socialización en el que
interiorizamos sesgos de género que acaban convirtiéndose en inhibidores
de oportunidades que refuerzan los techos de cristal bajo los que somos
educados. Todo esto a pesar de que la docencia en los niveles previos a
la universidad está impartida mayoritariamente por mujeres o, tal vez, a
causa de ello.
La celebración del Día Internacional de la Mujer
debería ser, pues, una oportunidad para volver a repensar la
coeducación, sobre todo porque nos encontramos a las puertas de una
nueva ley educativa, en un contexto en el que la escuela
privado-concertada no cesa de ganar terreno bajo la falacia de la
libertad de elección de los padres. Uno de los ejes transversales de la
nueva ley de educación es, precisamente, la perspectiva de género y la
coeducación. La LOMLOE considera, además, que uno de sus grandes retos
esaumentar las vocaciones científico-tecnológicas entre las chicas.
Educación,
libertad o igualdad son conceptos abstractos susceptibles de múltiples
interpretaciones, muchas de ellas tramposas e incoherentes. Recordemos,
por ejemplo, que la Declaración de Independencia de los Estados Unidos
afirmaba que todos los hombres son iguales y están dotados de derechos
inalienables como la libertad.
Sorprendentemente, esta afirmación no fue
incompatible con la defensa de la esclavitud y de la segregación
racial. De la misma manera, hoy conviven maneras muy diferentes (y
engañosas) de entender la libertad y la igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres. Tanto es así que la educación religiosa que se
imparte en muchas escuelas concertadas está sometida a una autoridad, la
episcopal, que tacha de ideología relativista y disolvente de los
valores cristianos a la perspectiva de género. Por otro lado, siguen
existiendo colegios privados, sostenidos con fondos públicos, que
segregan a las personas en función de su sexo en nombre de la libertad y
del derecho a la educación.
Muchas de estas incongruencias se
deben a que la Constitución Española no es lo suficientemente explícita
para denunciar qué proyectos educativos atentan directamente contra los
derechos de las mujeres. De hecho, muy pocas Constituciones en el mundo
aluden a la necesidad de la coeducación. Sí lo hace, por ejemplo, la de
Ecuador de 1988, en su artículo 67.2, que afirma que el Estado promoverá
la equidad de género y propiciará la coeducación. Si esto fuera así en
nuestra Carta Magna, tendríamos alguna base para denunciar, no ya la
financiación pública de ciertos colegios privados, sino incluso su
propia existencia. Entretanto, es importante recordar que la escuela
pública es la única garantía de que el derecho a la educación se
interprete como derecho a la coeducación, ya que solamente desde sus
aulas el Estado puede, a través de los docentes, desarrollar medios
eficaces para que ninguna práctica o mensaje educativo segregue a las
personas en función del sexo. La profesión docente debe interiorizar, al
fin, que la perspectiva de género es una exigencia de justicia social,
un anhelo de igualdad plena entre seres humanos radicalmente
independiente de cualquier interés ideológico o partidista.
Coeducar
significa desarrollar las capacidades y sentimientos de las personas
para que, al llegar a la edad adulta, no se vean condicionadas por los
roles que la sociedad prescribe para cada sexo. Libres de los grilletes
del género, las personas podemos decidir qué opciones vitales se ajustan
más a nuestros deseos y a nuestras necesidades.Convirtamos este
horizonte de igualdad y de emancipación definitiva en una realidad
tangible para las generaciones presentes.
*Profesor de Filosofía,
delegado del Sindicato PIDE