La Educación Pública es un modelo de educación no ideologizado, inclusivo, garante de la igualdad de derechos y oportunidades y, además, verdaderamente gratuito. Es del todo imprescindible para una sociedad que necesita pilares sólidos en los que asentarse, donde el conocimiento y los valores alejados de la mercantilización se abran paso para generar ciudadanos empáticos y genuinos, libres de las ataduras de las ideologías y las creencias que siempre han subyugado a los ciudadanos buscado caminos para someterlos a sus preceptos interesados.
La Institución Libre de Enseñanza implementó dichos valores durante el medio siglo de su existencia, hasta que la dictadura franquista convirtió las aulas en espacios oscuros donde la letra empezó a entrar con sangre. Se pasó de una educación libre, igualitaria, emocional, de contenidos vividos y vívidos, de la letra con amor entra, a una educación desoladora donde el castigo duro, incluido el físico, adquirió el marchamo de pedagogía de vanguardia.
Hace ya mucho tiempo que salimos, por fortuna, de esa ciénaga de tiranía en la que el tiempo y el espacio quedaron varados y sometidos al abyecto totalitarismo, que durante 4 décadas, tras la depuración de docentes no adeptos al régimen y sustituirlos por otros fieles al nacional-catolicismo, trasformó las escuelas en lugares sombríos donde la pedagogía basada en la disciplina, en la autoridad y en la obediencia, sustituyó a la pedagogía abierta, activa y cooperativa que la ILE había implementado.
En 1975, tras el final del franquismo, la sociedad empezó a sacudirse la infamia del tiempo sombrío de aquel entonces y la escuela empezó a resurgir de sus cenizas(los centros públicos actuales son un buen ejemplo de ello) y recuperaron, poco a poco, los ideales de aquella propuesta libre de enseñanza, asumiendo muchos de sus objetivos y criterios pedagógicos.
La sociedad que prima lo público es más justa, más equilibrada y más equitativa, porque lo público es de todos y no discrimina a nadie, independientemente de las peculiaridades cognitivas y sociales del individuo; así, por ejemplo, en la pública nos encontramos con un aula abierta donde la diversidad del alumnado es una de sus riquezas principales. En su momento, los datos extraídos del informe PISA no dejaban lugar a dudas: lo único que hace mejor la escuela privada-concertada que la pública, es seleccionar a su alumnado, lo que no redunda en absoluto en mejores resultados académicos, más bien al contrario.
La selección del alumnado que la privada-concertada hace no solo la aleja de la sociedad real, sino también de los progenitores que cada vez con más frecuencia prefieren una educación pública que aúna calidad y diversidad, para que sus hijos se desarrollen en un ambiente de inclusión y aceptación del diferente, como legado para un futuro de adultos comprometidos con la sociedad entendida como un lugar común de convivencia.
La educación pública, al menos en Extremadura, puede asumir las necesidades de escolarización sin necesidad de conciertos; de hecho, los conciertos nacieron con el propósito de asumir la escolarización de los alumnos que no pudiera absorber la escuela pública.
En 1985 la red pública tuvo que concertar de forma masiva unidades con la privada para poder acaparar la demanda de plazas escolares (para revertir la masificación de las aulas que se produjo en el periodo 1977-1985), con el compromiso de que una vez que se construyeran los centros públicos necesarios, la subvenciones a la privada se retirarían. La red de centros públicos era escasa tras los 40 años de oscuridad a las que nos sometió el franquismo, la solución de concertar fue algo coyuntural, pero que al final se ha convertido en un problema endémico que perjudica seriamente a la educación pública.
Todos miran para otra parte; incluidos los partidos de izquierda que, supuestamente, defienden lo público, y los sindicatos tradicionales que, mientras adulan, como expertos fariseos, a la escuela pública, se sientan en la mesa de negociación de la concertada para protegerla.
La educación pública permanecerá, aunque haya poderes fácticos que quieran convertir la educación en un negocio y, con ello, desnaturalizarla. Nuestra organización sindical siempre se mantendrá firme en su defensa, jamás traicionaremos la confianza que los docentes de la pública han depositado en nosotros.
*Vicepresidente del sindicato PIDE