El señor José Antonio Marina, pedagogo y filósofo, ha recibido el 
encargo de capitanear la redacción del libro blanco del docente, que 
pretende convertirse en uno de los ejes del programa de Rajoy. Pero, de 
momento, lo que ha conseguido el autor del libro es enfrentar a la 
comunidad educativa.
Para Marina existen profesores buenos  y malos y no pueden, dice, 
cobrar lo mismo. ¿Qué entiende Marina por profesor bueno o malo? Se 
basa, sin más, en los resultados de los alumnos. Esta reflexión del 
señor Marina nace de un análisis simplista de la situación docente y 
demuestra un total desconocimiento de la realidad actual de los colegios
 e institutos. Parapetado detrás de la atalaya de su cátedra de 
bachillerato (y en excedencia desde hace tres leyes educativas), lanza 
insidiosas e injustas sospechas sobre el profesorado.
Para mejorar la educación hay que enfrentar los problemas del día a 
día de los docentes, centrados, fundamentalmente, en las disrupciones 
continuas de parte del alumnado que hacen un daño enorme al normal 
transcurso de la jornada escolar. Los alumnos objetores -y sus 
palmeros-, en demasiadas ocasiones, marcan la dinámica de las clases: 
insultos, malas contestaciones, partes y más partes y un índice de 
vaguería, de una parte del alumnado, cada vez más creciente. Aunque la 
mayor parte de las disrupciones son de baja intensidad (interrumpir la 
clase), no es motivo para soslayar esta situación tan dañina y que se 
está haciendo endémica. Es necesario reconocer la realidad y 
enfrentarla, así como avanzar en el reconocimiento social de la labor 
del docente y en la implicación real de las familias, y todo ello 
enmarcado en un clima de respeto al valor de la educación como pilar 
fundamental en el que la sociedad se asienta. 
El reducir el problema a buenos y malos profesores pone en tela de 
juicio la elección de Marina como «gurú», como guía, que lleve a 
desentrañar los secretos del éxito educativo. El ínclito José Antonio 
desconoce que los centros periféricos reciben muchos alumnos con 
necesidades de compensación por su procedencia o por la situación social
 de sus familias, otros centros sin embargo son más elitistas y cuentan 
con alumnos que «aprenden solos». Para Marina los profesores de centros 
difíciles tienen que cobrar menos, pese a que estos tienen que 
multiplicarse para poder compensar las carencias de sus alumnos. 
También desconoce, el ilustre filósofo, que existen asignaturas 
complicadas, como matemáticas, donde a los alumnos les cuesta más 
obtener calificaciones buenas y, sin embargo, hay otras asignaturas, 
como Religión, que aprueba todo el mundo y con nota por la gracia de 
Dios. ¿Quiere esto decir que el profesor de Matemáticas tiene que cobrar
 menos que el de Religión? Según Marina, sí.
Para Marina hay dos criterios básicos para evaluar la labor del 
profesor: la relación con las familias y el progreso del estudiante en 
clase. 
Decir lo que dice Marina es como decir que a quién le toque en suerte
 familias que no se implican, la evaluación será negativa. Para el 
profesor no para la familia. O si tenemos un alumno que no quiere 
estudiar pero está obligado a ir al centro (los alumnos objetores a los 
que me refería antes) y no progresa, el profesor es malo. Parece haber 
empezado una «caza de brujas» y el objetivo ya lo ha localizado: los 
docentes.
Queda claro que el señor Marina no parece contemplar otras realidades
 como las que ya he apuntado antes. Los docentes no tienen, en muchas 
ocasiones, las herramientas necesarias para ejercer su labor, las 
plantillas docentes son insuficientes y los recursos escasos, el apoyo 
de la administración es inexistente y el reconocimiento económico no 
está a la altura de la importancia de la labor docente.
Dudar de la preparación de los profesores es, cuando menos, ofensivo.
 Los profesores tienen la capacitación necesaria, de lo contrario no 
hubieran obtenido su título universitario, pensar lo contrario es decir 
que la universidad regala los títulos. Al título universitario se le 
suma el proceso de oposición, otras titulaciones universitarias, miles 
de horas de formación, idiomas. aunque el binomio título más oposición 
es, en realidad, suficiente para asegurar la capacitación de los 
docentes. 
El problema, pues, no está en los profesores, reside en la 
Administración, en los gobiernos que han dejado que el comportamiento, 
de una parte cada vez más grande de alumnos, se degrade hasta 
condicionar seriamente la educación. Un profesor motivado y 25 alumnos 
que lo respeten es condición necesaria y, en la mayoría de las 
ocasiones, suficiente para el éxito educativo. Ahora bien, la inversión y
 la ratio son dos variables de primer orden para concretar dicho éxito, 
pero según la OCDE España suspende en inversión, situándose en la parte 
media-baja de los países de referencia, y supera en ratio la media de 
los países del entorno europeo. Esta es la realidad que José Antonio 
Marina tiene que resolver y no demonizar a los actores principales de 
éxito educativo.