"La
solución alejandrina"
22/03/2012 Alfredo Aranda Platero
Corría el siglo III a.C., Alejando Magno se hizo eco de la profecía del oráculo de Sabazios que decía que aquél que fuera capaz de deshacer el nudo con el que el Rey Gordias había atado al yugo la lanza de su carro sería rey de Asia. Alejandro acometió el reto sin demora y ante la imposibilidad de encontrar un cabo de donde tirar para desbaratar el intrincado nudo, optó por una solución drástica: cortó con su espada el nudo y así lo deshizo, y los Dioses decidieron aceptar la solución del osado conquistador (más vale fuerza que maña, pensaría el ínclito Alejandro). Actualmente se habla de nudo gordiano para referirse a una situación de difícil solución (como la actual crisis económica, por ejemplo), y hablamos de solución alejadrina cuando nos referimos a una solución drástica, poco relacionada con la creatividad y la inteligencia y alejada de la lógica aristotélica de que “las cosas se deshacen como se hacen”.
Durante décadas, unos gobiernos y otros, han permitido que la burbuja inmobiliaria se hinchara de forma colosal, que los bancos abusaran sin rubor alguno amasando cientos de miles de millones de euros, que muchos ricos practicaran la evasión de capital con total impunidad, que los lobbys hicieran su agosto durante todo el año… ahora estamos en una situación de difícil solución, en un intricado nudo gordiano. Y, como no podía ser de otro modo, el gobierno de turno tuvo la gran idea: dar al asunto una solución alejandrina. Ante la imposibilidad de remover los cimientos de la actual arquitectura socio-económica y judicial para que los culpables de la crisis respondan ante la justicia, se decanta porque el pueblo llano pague los desmanes de los superempresarios, de los grandes bancos y cajas, de los especuladores, los evasores de capital… en definitiva, que paguen los pobres que son más.
22/03/2012 Alfredo Aranda Platero
Corría el siglo III a.C., Alejando Magno se hizo eco de la profecía del oráculo de Sabazios que decía que aquél que fuera capaz de deshacer el nudo con el que el Rey Gordias había atado al yugo la lanza de su carro sería rey de Asia. Alejandro acometió el reto sin demora y ante la imposibilidad de encontrar un cabo de donde tirar para desbaratar el intrincado nudo, optó por una solución drástica: cortó con su espada el nudo y así lo deshizo, y los Dioses decidieron aceptar la solución del osado conquistador (más vale fuerza que maña, pensaría el ínclito Alejandro). Actualmente se habla de nudo gordiano para referirse a una situación de difícil solución (como la actual crisis económica, por ejemplo), y hablamos de solución alejadrina cuando nos referimos a una solución drástica, poco relacionada con la creatividad y la inteligencia y alejada de la lógica aristotélica de que “las cosas se deshacen como se hacen”.
Durante décadas, unos gobiernos y otros, han permitido que la burbuja inmobiliaria se hinchara de forma colosal, que los bancos abusaran sin rubor alguno amasando cientos de miles de millones de euros, que muchos ricos practicaran la evasión de capital con total impunidad, que los lobbys hicieran su agosto durante todo el año… ahora estamos en una situación de difícil solución, en un intricado nudo gordiano. Y, como no podía ser de otro modo, el gobierno de turno tuvo la gran idea: dar al asunto una solución alejandrina. Ante la imposibilidad de remover los cimientos de la actual arquitectura socio-económica y judicial para que los culpables de la crisis respondan ante la justicia, se decanta porque el pueblo llano pague los desmanes de los superempresarios, de los grandes bancos y cajas, de los especuladores, los evasores de capital… en definitiva, que paguen los pobres que son más.
La historia se repite. En el reinado de Fernando
III fue primero el “diezmo” y más tarde las
“tercias reales” o el “excusado”, con
este dinero aportado por la ciudadanía, con infinito esfuerzo,
el reino sufragaba gastos militares y otros derroches. En 1837
se suprimieron los diezmos, pero no desaparecieron, simplemente
se les dio otro nombre. Siempre se podía gravar con más
impuestos a la ciudadanía para seguir financiando todo
tipo de empresas que nada tenían que ver con el bienestar
de la población. Los impuestos abusivos para sufragar las
excentricidades de gobernantes y acólitos han venido siendo
causa de conflictos, de revoluciones e, incluso, de guerras. El
mismísimo Imperio Romano sucumbió por, entre otras
causas, el exceso de presión fiscal sobre sus habitantes.
Con dinero público se rescata a la banca,
mientras que a ésta no le tiembla el pulso a la hora de
desahuciar a una familia que, probablemente, ha contribuido con
sus impuestos a dicho rescate. Y si además, la familia
se queda sin casa debiendo al banco la misma deuda que tenía,
la situación de perversión del sistema es insoportable
y constituye una muestra fehaciente de la enfermedad del sistema.
5000 coches públicos con sus respectivos
chóferes, que bien hubieran podidos ser, al menos en su
mayoría, de gama media y de marca común (pero la
gama alta es la elegida; los representantes del pueblo llano,
cosido a impuestos, tienen que moverse en autos de 80000 euros).
Díscolos presidentes autonómicos, con sus tramas,
trajes a medida y tráficos de influencias, que se mantenían
al pie de su puesto respaldado en muchos casos, ¿quién
lo entiende?, por el voto y que, por ello, se sienten invulnerables.
Banqueros que se lucran con indecentes cantidades de dinero mientras
el país está al borde de la quiebra y cada vez más
ciudadanos engrosan el “club” de los que no llegan
a final de mes. Mandatarios soberbios, endiosados, con delirios
de grandeza… megalómanos –podría decirse–,
que gastan dinero público a manos llenas erigiendo construcciones
faraónicas injustificadas en tiempos de crisis (aeropuertos,
ciudades deportivas, descomunales estatuas…).
El ser humano debe protegerse de sí mismo
(el poder y el dinero pueden transformar al individuo y llevarlo
al lado oscuro, como si del doctor Jekyll y mister Hyde se tratase),
por eso las leyes deberían estar orientadas a evitar, sin
ambages, el enriquecimiento ilícito, los tráficos
de influencias, los abusos bancarios. Los legisladores deberían
ser conscientes de la facilidad con la que el ser humando cae
en la tentación y legislar de forma preventiva. If only.
Y, por supuesto, articular una nueva estructura de funcionamiento
social donde el eslabón más débil de la cadena
no termine pagando los excesos de los corruptos. Actualmente las
medidas de control para evitarlo han demostrado ser tibias e ineficientes;
sospechoso es el poco interés que unos gobiernos y otros
han tenido – tienen– en cambiar esta pestilente realidad.
Alfredo Aranda Platero
Vicepresidente de PIDE
Vicepresidente de PIDE
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