LA escuela es el pilar sobre el que toda sociedad apoya su futuro.
Este cimiento fundamental sobre el que descansa la sociedad del éxito
está siendo horadado por la creciente indisciplina de muchos
escolares de ESO obligados a estar dónde no quieren. Objetores
que los centros guardan hasta la edad obligatoria, para que los gobiernos
justifiquen el 'éxito' político que supone la coincidencia
entre la edad obligatoria de escolarización y la mínima
para entrar el mercado de trabajo. Niños que de los 12 a los
16 años vieron pasar el tiempo en el que pudieron aprender el
oficio que después de cuatro años cultivando la desidia
pretenden ofrecerles. Los gestores del desastre y los sindicatos siempre
complacientes con la administración ahondan en el problema, quitando
gravedad a lo que, cada vez más, ocurre en las aulas. No se debería
dejar sin sanción a cualquier agresión al docente ya sea
verbal o física, llegando, si es necesario, a los tribunales
o a arbitrar medidas de expulsión severa directa o acumulativa
acompañada de sanción económica a los progenitores
del agresor. De tal manera que si un alumno insulta o agrede a un docente
además de ser expulsado de forma severa, los padres del 'héroe'
deberían ser sancionados económicamente. Pienso que de
esta manera, cuando el joven infractor llegara a su casa los padres
le explicarían de forma clara porque se va a portar bien a partir
de ahora. La educación, el sistema educativo, las aulas y sus
moradores (profesores y alumnos) deben ser protegidos del acoso y la
agresión; las aulas son lugares de aprendizaje, no de lucha,
ni de gritos, ni de insultos.
Cuando unos padres inflingen malos tratos a sus hijos, ya sea agresión
física, psíquica, desasistencia sanitaria o alimenticia
la sociedad arbitra medidas para proteger a los menores, llegando, incluso,
a retirar la custodia. Salvando las distancias, pienso que la dejadez
educativa de muchos padres llega, con el tiempo, a forjar un carácter
en el niño no compatible con la convivencia escolar y social
lo que también constituye una forma de maltrato, que en muchos
casos produce anomalías irreversibles.
La importancia de la influencia de los factores externos en el aula
hace necesaria la coordinación de diferentes sectores (educativo,
sanitario, judicial ) para buscar una solución imbricada con
la realidad. La educación de hoy tiene problemas que los responsables
institucionales parecen obviar, como pueden ser: el cambio de la dinámica
de las aulas por la presencia de alumnado inmigrante, por la relación
actual de padres e hijos, por los diferentes tipos de familia de la
sociedad actual, por la desatención educativa de muchos progenitores,
por la valoración social disminuida del sector docente, por la
dejadez sindical fruto del acomodamiento de los actuales dirigentes
sindicales, por la sensación de abandono que perturba a los docentes
y el poco peso que su opinión tiene dentro de la Administración
Educativa, por la creciente pérdida de respeto por parte de un
sector del alumnado y de sus ascendentes que se siente crecido por la
inmunidad escolar y judicial Todo esto y más se ha repetido hasta
el hartazgo y mientras el sistema educativo se tambalea los dirigentes
políticos y sindicales se dan pábulo así mismos.
En este contexto la aclamada LOE puede, perfectamente, quedar las cosas
como están y convertirse en una cortina de humo que aplace sine
die la verdadera solución de los problemas que enferman la educación.
Los mandamases de la educación de cualquier signo político
y de lo sindical se preocupan por las apariencias, por quedar bien en
la prensa y ganarse a la opinión pública con declaraciones
encaminadas a transmitir a la población que los problemas no
existen o que son insignificantes, no quiero con estas palabras acusar
a nadie de cainismo, pero sí de inmadurez social o moral a la
par que política para solucionar el problema de las aulas.
Todos los sindicatos de todas las comunidades deberían levantarse
en armas, porque son ellos los que deben evitar que los responsables
educativos nacionales o autonómicos se equivoquen o hagan dejación
de sus responsabilidades. Tienen que estar al lado de trabajador (en
este caso del docente) y velando porque el sistema educativo mantenga
su higiene. Pero, desde el punto de vista del que suscribe, el quehacer
sindical se está convirtiendo en una sinecura casi sin darnos
cuenta; cada año se suceden un puñado reuniones con los
temas de siempre, donde invariablemente sucede lo mismo salvo algún
desacuerdo que dura nada, o algún logro que pasa por haberse
conseguido por la presión sindical.
Todos sabemos qué es el fracaso escolar. Pero, ¿se considera
fracaso escolar las nulas habilidades sociales de la que hacen gala
muchos de nuestros adolescentes? Es evidente que a esta cuestión
suele otorgársele importancia tangencial. Este tipo de fracaso
escolar (fracaso moral) genera problemas de convivencia, más
incisivos que el fracaso tradicional de suspender matemáticas
o lengua. La falta de empatía crea verdaderos dictadores adolescentes.
Los jóvenes que no tienen habilidades sociales tendrán
problemas para controlar sus impulsos y terminarán acomodándose
en la agresión física o verbal para solucionar sus conflictos,
en pocas palabras tendrán problemas para aprender a ser.
Este tipo de habilidades tiene su primer y más importante lugar
de asunción el seno familiar; no es posible que en una familia
donde las conductas agresivas vertebren la convivencia habitual genere
individuos socialmente hábiles. Si a esto sumamos la dejadez
de muchas familias sobre el control educativo de sus hijos, tenemos
un cóctel difícil en el que podría tener campo
de actuación a la asistencia social. Por si el problema no fuera
serio los responsables educativos lo complican aún más,
con el excesivo proteccionismo sobre discentes y progenitores de éstos
en detrimento de los docentes, los cuales tienen que torear con «pitos
desde las gradas». Desde el sector judicial, en coordinación
con el sector educativo y sanitario, se debería tipificar las
conductas agresivas que algunos adolescentes y sus padres ponen en práctica
para intervenir de formar preventiva o correctiva cuando la situación
lo demande.
El fracaso escolar excesivo lesiona el eslabón que une la escolaridad
obligatoria con otras superiores, lo que puede tener incidencias graves
en la sociedad contemporánea, que cada vez necesita de mayor
número de personas preparadas y dispuestas a nutrir la enorme
diversificación del conocimiento, ya sea éste centrado
en las especializaciones universitarias como en las profesionales.
Si la verdadera educación del hombre empieza varias generaciones
atrás, ¿qué futuro estamos construyendo?
ALFREDO ARANDA PLATERO es vicepresidente del PIDE, el Sindicato del
Profesorado Extremeño.
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