En una carta publicada recientemente se criticaba la posibilidad de
que las oposiciones para ser profesor fueran rebajadas suprimiendo un
examen y dando prioridad a la valoración de los méritos.
Me imagino que quien escribió esta carta tiene en gran concepto
a los tribunales, por encima de la aséptica valoración
del trabajo y estudios realizados. Me gustaría que reflexionara
sobre algo que, imagino, da por sentado: que los tribunales son justos
y preferibles a los fríos cálculos de méritos.
Los tribunales de oposición de enseñanza se forman en
general por profesores elegidos a sorteo. Estos, si llevan años
en la enseñanza, suelen llevar ese mismo tiempo sin estudiar
y no es muy normal que estén al tanto de las novedades educativas
e investigadoras de su materia. Aprobaron su oposición en su
día, y, por lo general, tienen sus familias y aficiones que les
impiden seguir estudiando (además, la Consejería no potencia
mucho esa línea: algún cursito, algún cargo en
el centro, y consiguen sus puntos para los sexenios). Estos profesores
tienen que evaluar, cuando el azar los llama, a jóvenes que están
al día en materias y avances. Yo he visto a tribunales repasándose
los apuntes de las academias antes de hacer pasar a un opositor porque
no sabían nada sobre el tema en cuestión. No tienen, pues,
por qué ser más justos los tribunales.
Además, si el ámbito de la especialidad es muy reducido
(esto pasa mucho, por ejemplo, en las especialidades de Conservatorios
donde sólo hay uno o dos profesores titulares en toda la comunidad),
los tribunales se convierten en ruedos para ajustes de cuentas de fechorías
pasadas: "¡Tú te fuiste con el otro profesor, la pagarás!".
No tienen, pues, por qué ser más justos los tribunales.
En algunas especialidades como Educación Física o en
el ámbito de los Conservatorios, ocurre, además, que se
examina a los interinos que llevan diez años o más años
con los recién titulados que están técnicamente
en plena forma. Imagine a un profesor de piano o de Educación
Física, que tiene que ir todos los días a dar clases a
un pueblo, sacar adelante a su familia y que, además, se tiene
que mantener como un joven recién titulado que no tiene otra
cosa que hacer que estudiar y que lleva los programas de concierto o
físicos al día. Piense en los opositores para ser profesores
de Canto: hay algunos con 15 años de interinidad que ya no tienen
voz y, sin embargo, pueden ser magníficos docentes. No tienen,
pues, por qué ser más justos los tribunales.
Y, además, en ninguna profesión no pública te
examinan para contratarte. Ven tu currículum, charlan contigo
y te contratan. Y en los colegios concertados jamás ha habido
una sola oposición y, sin embargo, gozan de buena fama.
Creo que en las oposiciones en general, no sólo en éstas,
está sobrevalorada la memoria. Quien sea capaz de memorizar decenas
de temas, ¿puede ser, por ejemplo, juez? ¿Será
más justo?, igual es un canalla con buena memoria. En otros países
son electos.
Valorar a la gente por su trabajo y estudios en un sistema de méritos
sin examen no me parece, pues, tan terrible.
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