jueves, 9 de noviembre de 2017

El bilingüismo en los tiempos del ‘brexit’. Por Alfredo Aranda. Publicado en El Periódico Extremadura

    
     El 23 de junio del pasado año el Reino Unido decidió por referéndum –y por sorpresa–salir de la Unión Europea, para lo que establecieron un periodo de transición de 2 años; lo que no queda claro es si el idioma también se lo llevan. La UE tiene veinticuatro lenguas oficiales y de trabajo, porque 24 son los diferentes idiomas de sus integrantes. La lengua inglesa fue presentada como oficial, ante la Unión Europea, solo por el Reino Unido lo que, en teoría, la dejaría fuera de la UE salvo que, por ejemplo, algún país anglohablante de la Unión saliera al rescate.
     Sea como fuere, es evidente que el brexit no tendrá efectos sobre el bilingüismo. El mayor enemigo del idioma es, en el caso de Extremadura, nuestra Consejería de Educación que sin ningún consenso decide iniciar un modelo idiomático «de bajo coste», imitando al impuesto, con mano de hierro, en la Comunidad de Madrid y que ha venido a demostrar, con el paso del tiempo, que ha supuesto un empobrecimiento de contenidos y un perjuicio para las materias no lingüísticas impartidas en inglés; y todo esto sin conseguir una mejora constatable en el dominio de la lengua inglesa.

    En países como Finlandia un alumno que termina la secundaria tiene un dominio elevado de inglés. Algo tendrá que ver, digo yo, que en Finlandia cuando un alumno se retrasa salten las alarmas y los recursos materiales y humanos empiecen a funcionar como un reloj bien engrasado, cosa que en España es imposible dado que no hay dinero suficiente –o eso dicen, vete tú a saber– para atender, por ejemplo, con profesorado de apoyo específico y recursos adaptados, las dificultades de los alumnos de forma individualizada o, en su caso, bajar las ratios de los centros o hacer los desdobles necesarios.
    Es inadmisible que la Administración no haya analizado, en los foros de debate correspondientes, los diversos enfoques a la hora de elegir el método más adecuado para la promoción del idioma. ¿Por qué no se pensó en un modelo que incluya auxiliares de conversación en todos los centros, desdobles, bibliotecas, intercambios de estudiantes, laboratorio de idiomas, campamentos de inmersión lingüística en verano o en fines de semana subvencionados por la Junta? Simplemente porque la promoción del idioma tal como lo han concebido es mucho más barato que otros enfoques y menos complejo. Y por si fuera poco, el dislate es de tal magnitud, que el sistema imperante lo aplican al revés; si en su momento se hubiese empezado por Educación Infantil (y no por los cursos altos de primaria), hoy, es probable, que los resultados fueses otros muy distintos.
No faltan ejemplos de países que haciendo las cosas de otra manera consiguen que sus alumnos, al terminar la secundaria, tengan un alto dominio de una lengua extranjera. Es paradójico, no obstante, que sea Inglaterra el país en el que menos haya que fijarse, dado que los ingleses consideran que no tienen ningún motivo para aprender otros idiomas porque con el suyo, piensan, les basta; de hecho las lenguas extranjeras allí son materias optativas. De las diez primeras asignaturas cursadas por los alumnos ingleses de secundaria ninguna es de un idioma extranjero; el estudio de idiomas, simplemente, no les interesa y las autoridades educativas de allí no hacen nada por evitar esta ruptura con los idiomas extranjeros.
    Enseñar inglés introduciendo vocabulario específico de ciencias, matemáticas o historia no convertirá a ningún alumno en bilingüe. Cualquier idioma se aprende en situación de comunicación común, cosa que no ocurre en una clase de ciencias impartida en inglés. Y admitamos, para seguir adelante, que alcanzar el bilingüismo es una fantasía de nuestros gestores políticos; podremos aspirar a que nuestros alumnos tengan un buen dominio de una lengua extranjera, pero de ahí al bilingüismo hay un trecho de dimensiones planetarias; solo los ciudadanos que conviven, desde la infancia, en casa con más de un idioma podrán alcanzar a pensar en más de una lengua.
Mientras un alumno no domine su lengua materna con una alta corrección y tenga, además, un nivel excelente en un idioma extranjero (cercano, cuando menos, al bilingüismo real) es una estupidez utilizarlo como vehicular.

*Vicepresidente de PIDE.

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