miércoles, 10 de noviembre de 2021

MATAR A LA FILOSOFÍA (Alfredo Aranda Platero)

La filosofía debería ser una asignatura obligatoria desde la educación primaria; pero, sin embargo, la LOMLOE la confina solo al bachillerato, quitándola de la educación secundaria. El actual ejecutivo parecía demostrar cierta sensibilidad con respecto a esta disciplina; no obstante, al final (no sabemos con qué propósito) ha decidido limitarla, incumpliendo con ello el acuerdo al que llegó la Comisión de Educación del Congreso en 2018 de mantener en la ESO, al menos, la ética.

                                                                                                                            

La filosofía desarrolla el pensamiento crítico, la reflexión sin diques; es como el eslabón que conecta todos los saberes y que ofrece, además, al alumno una mirada propia sobre los posicionamientos éticos y morales que dimanan del conocimiento humano más puro, lo que no parece ser del gusto de los poderes fácticos que deciden cómo tenemos que vivir y qué tenemos que pensar.

 

El desarrollo del pensamiento crítico evita que la ignorancia, que abre la puerta a la manipulación de aquellos que ostentan el poder económico, político –en todas sus vertientes ideológicas–, social, informativo... no se extienda, como un virus en una guardería, por la mente de nuestros jóvenes estudiantes para que estos puedan tener herramientas que los protejan con solidez de la contaminación de la mentira, del engaño, del odio…, que campan a sus anchas por todas las esquinas y que están contaminando a la sociedad hasta la náusea, para regocijo de perversos personajes deseosos de mentes solubles que transijan fácilmente con las imposiciones y asuman, sin resistencia, la realidad que les ofrecen, por muy siniestra e injusta que esta sea.

 

Todas las asignaturas del ámbito de las humanidades y del entorno científico son de una necesidad incuestionable y deberían tener presencia suficiente en los horarios de todas las etapas, sin olvidarnos, por supuesto, de las enseñanzas artísticas en sus diferentes expresiones y de la educación física, tan necesarias para la formación integral del alumno. Lo que sobra, claramente, es la «asignatura» de religión, que debería desaparecer de los centros educativos y ubicarse en centros parroquiales o edificios consagrados (España es un país aconfesional y, por tanto, la libertad de culto hay que ejercerla en el ámbito privado). El espacio que la religión ocupa en el horario debería ser destinado a la filosofía.

 

Creo que hasta aquí estaremos todos de acuerdo o, al menos, la mayoría. Lo que es del todo incomprensible es la razón por la que aquellos que tienen en su mano dotar de sensatez a los horarios docentes, prefieran seguir fustigando a determinadas asignaturas en favor de la enseñanza de catecismos, credos y evangelios, como si instruir a los alumnos en las prescripciones religiosas fuera una obligación de las aulas en una sociedad aconfesional.

 

El conocimiento filosófico y la práctica artística constituyen un potentísimo binomio amplificador de las capacidades intelectuales, que incide de forma determinante en el éxito de todas las asignaturas y, por tanto, de una formación sólida de los alumnos. Los pedagogos que asesoran al Ministerio de Educación (da igual la ideología de turno que ocupe sus despachos) no parecen conocer esta realidad y no es de extrañar porque muchos ellos ya han demostrado, sobradamente, su inutilidad y desconocimiento para entender la importancia de las materias científicas y humanistas, así como la realidad de las aulas. Es, precisamente, una formación integral y activa lo que llevará al alumno no solo al aprendizaje de contenidos, sino también al conocimiento de sí mismo para desenvolverse con autonomía y espíritu crítico. Un alumno así formado será un adulto con poder sobre sí mismo, poco amigo de servidumbres y obediencias.

 

Alfredo  Aranda Platero

Vicepresidente de PIDE