miércoles, 22 de febrero de 2023

AULA DEL PRESENTE (Alfredo ARANDA PLATERO)

 


Hay que atender, por igual, las necesidades de los alumnos y de los profesores

Ahora que se habla tanto del aula del futuro que, dicho sea de paso, es un proyecto de mucho interés –al que también haré breve alusión en este artículo–, conviene tener los pies en el suelo y atender los problemas del aula del presente. 


El fracaso escolar es uno de los principales problemas –no el único– de la educación en España, la desmotivación creciente de los alumnos orbita alrededor de cualquier teoría al respecto. Ya sea por un sistema que tiende a la homogeneidad de los alumnos en vez de a la individualidad, por la falta de hábitos de estudio, por la cantidad de distracciones digitales que tienen a su alcance, por carencias en la autoestima, en la responsabilidad y el comportamiento producto de una educación permisiva…; sea por lo que fuere, parte de estos ingredientes o todos ellos infusionados juntos dentro de un aula crea un ambiente que, en muchas ocasiones, termina por desesperar al docente que tiene que batallar con comportamientos disruptivos de algunos alumnos que entorpecen el proceso de enseñanza-aprendizaje, o con actitudes pasotas de otros que han decidido objetar de las tareas educativas.

Desarrollar la actividad profesional docente en un atmósfera viciada por los comportamientos descritos, no solo perjudica la calidad de la labor del profesor, sino también su salud emocional y, por supuesto, afecta de forma muy negativa a todos los alumnos, incluidos a los disruptivos y objetores. 

Causas, como digo, puede haber muchas y la solución tampoco es única, pero las autoridades educativas tienen en su mano medidas balsámicas para contrarrestar la «pandemia» del fracaso escolar. La palabra mágica es «inversión», término cuya sola audición produce sarpullidos en los responsables de la Consejería de Educación. 

Para individualizar la enseñanza, que es una de las soluciones de mayor calado, se necesita bajar la ratio; y para que esto sea posible es preciso invertir. Es, asimismo, prioritario homogenizar el horario lectivo para todos los docentes (18 horas lectivas también para los maestros) y la compensación económica y laboral por la asunción de tareas: pago del complemento de tutorías para todos los cuerpos y enseñanzas, aumento del complemento autonómico para equiparnos a docentes de otras comunidades, complementos económicos y horario de gestión para la coordinación de proyectos de toda índole en la que los centros están inmersos…

Hay que atender, por igual, las necesidades de los alumnos y de los profesores, porque ambos colectivos son los actores principales (no me olvido de la implicación de las familias) y cuidarlos es fundamental para avistar tierra y poder arribar en buen puerto.

En cuanto al aula del futuro tiene mucho de lo que necesita la del presente. Es un proyecto que pretende flexibilizar espacios para dar entrada a las tecnologías como expresión de las metodologías activas (pizarras digitales, dispositivos móviles con pantallas táctiles, cámara de 360º, materiales diversos para investigar, estudio de grabación…). Me recuerda a aquello de trabajar por rincones de la etapa de educación infantil, en la medida en que dicho proyecto zonifica el espacio del aula y lo divide en zonas diversas para investigar, explorar, desarrollar, interactuar, crear…, para que así el alumno sea partícipe del proceso educativo en grado máximo. 

El aula del futuro es un proyecto para el que se necesita inversión, de nuevo la palabra mágica, y disponer de una ratio manejable para dicho propósito. Ni más ni menos que lo que estoy pidiendo para el aula del presente. Por tanto, y en resumidas cuentas, si no plantas semilla no recoges cosecha, si no inviertes en educación no pretendas obtener buenos resultados milagrosamente. 

Aunque el proceso educativo es complejo, las recetas para mejorarlo son sencillas, otra cosa es la tozudez de las autoridades educativas que pretenden solucionar los problemas de la educación atosigando a los docentes y manteniéndolos en un régimen de simiesclavitud, con un sistema profundamente burocratizado y asumiendo tareas que exceden, con mucho, su jornada laboral sin ninguna contraprestación. Así no vamos a ninguna parte, el tiempo que tarden los responsables educativos en convencerse no lo sabemos, pero sí será un tiempo perdido difícil de recuperar.

*Vicepresidente del sindicato PIDE

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