ESTAMOS ante un hecho de incontrovertible gravedad: los interinos de
educación del Estado han sido agraviados comparativamente, por
su diferente tratamiento con los interinos de sanidad, sin que nadie,
ni sindicatos, ni administración, haga nada para parar esta bárbara
discriminación. Primero fue sanidad, después justicia,
ahora estudian hacer fijos a los interinos no docentes de educación...;
el agravio adquiere dimensiones insultantes. Este tratamiento de menosprecio
de los interinos de educación debe responder a algún tipo
de beneficio para los gerifaltes del sistema, de otra manera no se entiende
esta permanente obsesión de reducir a la mínima expresión
el colectivo de interinos. El docente interino que consiga la plaza
no será por su experiencia, ni aún por su valía,
sino porque su memoria mida más que la del compañero (las
horas de aula no parecen relevantes). Necesitamos 'un orden moral del
mundo' que los actuales dirigentes no son capaces de imbuir a su política
pervertida. En este marco de difícil digestión serían
los sindicatos los que vinieran a dignificar al hombre, pero no es el
caso, los sindicatos, cuando menos los de educación, están
mediatizados por los poderes que les dan de comer; son, en realidad,
un cinturón de protección para la administración.
El lenguaje de los interinos y de las administraciones educativas pertenecen
a diferentes categorías; nuestro lenguaje pertenece a la realidad
cotidiana y a la moral que nace de la lógica, el lenguaje de
la administración pertenece, sin duda, a la desnaturalización,
al presupuesto y al análisis parcial de los acontecimientos.
Los interinos estamos permanentemente perplejos ante este catálogo
de despropósitos de los responsables educativos. A su habitual
'robo' de parte de la nómina de septiembre, se suman los esfuerzos
que la administración educativa hace para que muchos sustitutos
no lleguen a los cinco meses y medios trabajados y no puedan cobrar
el verano. Todo este disparate alcanza su cota más alta, cuando
se permite que aprendices de veintidós años cubran puestos
fijos mientras que interinos de más de treinta sigan siendo aprendices.
A este repertorio de despropósitos sumamos, cómo no, el
hecho lamentable de que no se pague, a los interinos, ni trienios, ni
sexenios. Después de este sumario, ampliable, de despropósitos,
el que suscribe no entiende cómo algún portavoz ministerial
puede salir a la 'palestra' diciendo que todo va bien, en un alarde
de estólido cinismo, o en un obligado sometimiento al que mueve
los hilos, en este teatro de títeres en el que se ha convertido
todo lo que nos rodea.
Estamos cansados de gritar que el agravio comparativo entre interinos
de educación y sanidad, no es de recibo en una sociedad que se
pretende justa. No entendemos cómo nadie, ni los sindicatos que
nacieron para ir, entre otras cosas, contra los agravios, hace nada
por parar esta sinrazón. Que los interinos de educación
y sanidad deben ser tratados igual es de una claridad meridiana, por
lo que creemos que los responsables educativos están actuando,
a sabiendas, de forma inconstitucional.
El colectivo interino está harto de ser ninguneado permanentemente.
El olvido, por parte de la administración educativa y sindicatos,
provoca que el colectivo interino esté en una terrible disyuntiva:
abandonarse a su suerte o seguir en la dinámica destructiva del
sistema actual de oposiciones, esta situación de tensión
permanente genera un docente 'quemado' ya de interino. Pero no faltará
un prosélito del gobierno de turno, que intente explicarnos lo
afortunados que son los interinos, con argumentos peregrinos y razonamientos
demagógicos. ¿Tendremos que empezar una Intifada, para
tener en propiedad el puesto que llevamos defendiendo tantos años?
Me temo que sí. ¿Hay solución para tanta falta
de inteligencia ética, para tanto despropósito encadenado,
para tanta especulación de feria...? Difícil, pues falta,
como diría F. Pessoa, 'estatura moral y relieve intelectual'.
En cualquier trabajo la experiencia es un requisito imprescindible,
menos en educación; los interinos en paro dan fe de esta realidad.
Si eres, valga el ejemplo, delineante, te exigen tres años de
experiencia, no sea que vayas a hacer un tachón y estropees un
pliego de papel vegetal de un par de euros; pero si eres interino, vete
a la calle que tu plaza es para alguien sin experiencia, los niños
en este marco de reflexión parecen importar poco. Nos hablan
de fracaso escolar; de sus raíces, de sus soluciones...quieren,
o eso dicen, una solución integral, pero se olvidan de una parte
fundamental del problema, seguro que el lector sabe, a estas alturas,
a qué parte me refiero; todos la sabemos, pero ellos -los mandamases-,
no me cabe duda, la seguirán ignorando.
ALFREDO ARANDA PLATERO es vicepresidente del Sindicato del Profesorado
PIDE
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