"Un 
                alumno por cada portátil"
                
27/06/2008 Alfredo Aranda Platero
Vicepresidente del Sindicato PIDE
27/06/2008 Alfredo Aranda Platero
Vicepresidente del Sindicato PIDE
La tendencia al desenfoque de la realidad parece haber afectado 
                gravemente al proceder de los responsables educativos extremeños. 
                Hace poco los docentes nos enteramos por la prensa de que la Consejería 
                de Educación tiene previsto dotar de ordenadores portátiles 
                a cada uno de los alumnos de Enseñanza Secundaria, así 
                como a cada profesor. Parece que, en una primera fase, se dotará 
                a los chicos y chicas de terminales ligeros que funcionan conectados 
                al servidor del profesor y, en una segunda fase, estos terminales 
                serán sustituidos por verdaderos ordenadores portátiles. 
                ¿Pretende la Consejería forrar con papel de plata 
                el fracaso escolar y la indisciplina infame que prevalece e impera 
                en muchas de nuestras aulas? ¿No sería más 
                razonable contar con los ordenadores como apoyo indispensable 
                para el alumno y el profesor y no como objetivo político? 
                ¿Cuál será la siguiente martingala que nos 
                imponga la Consejería?
La Consejería está haciendo un enorme gasto con 
                las iniciativas que unilateralmente emprende: Plan de refuerzo, 
                plan PROA, ordenadores por cada dos alumnos y sus mesas adaptadas, 
                terminales ligeros para cada alumno, seguidos de ordenadores portátiles 
                para todos Nadie puede oponerse a la inversión en educación, 
                necesaria sin ningún atisbo de duda, pero las inversiones 
                hay que dirigirlas correctamente de lo contrario la inversión 
                se convierte en derroche. Todo este torrente de dinero se debería 
                orientar, en primer lugar, a bajar la ratio y a atajar la indisciplina 
                creciente en las aulas; es infinitamente más acertado tener 
                quince alumnos por aula que un ordenador por alumno; después 
                que se doten a los centros de cuantas aulas de informática 
                sean necesarias para aprovechar la potencialidad educativa fabulosa 
                que ofrece la informática e internet.
Según el prestigioso pedagogo Klaus Hurrelman «los 
                escolares pierden la capacidad de concentrarse ante un texto escrito 
                y se despistan con la multiplicidad de opciones que les ofrece 
                el ordenador». En Estados Unidos las escuelas quieren convertir 
                sus aulas en espacios libres de ordenadores portátiles 
                e Internet, no por estar en contra de la tecnología, sino 
                por utilizar ésta como recurso cuando sea necesario o así 
                lo considere el profesor, y no convertir el ordenador en el centro 
                del universo.
El sistema educativo presenta deficiencias severas; hay demasiados 
                alumnos con bajos niveles de lectura y redacción, cada 
                vez más chicos que entorpecen sin freno el transcurso de 
                las clases, demasiados niños con dificultades de atención 
                y con la falta de esfuerzo y compromiso arraigados en lo más 
                interior de sí mismos; y ahora se les coloca un ordenador 
                debajo del brazo a modo de panacea, como si fuese el remedio a 
                todos lo males del sistema, y como si ese ordenador constituyera 
                la poción mágica que acabara con todas nuestras 
                pesadillas.
Los ordenadores de sobremesa que actualmente adornan las aulas 
                de Secundaria han sido utilizados con la misma frecuencia que 
                si hubieran sido aprovechados en las aulas de informática: 
                una vez a la semana, en el mejor de los casos. ¿Se van 
                utilizar los portátiles verdaderamente con más provecho? 
                ¿Cuántas horas a la semana es conveniente que un 
                profesor de lengua, por ejemplo, utilice el ordenador en el aula? 
                ¿No sería más adecuado que el profesor y 
                los alumnos tuvieran el ordenador delante cuando verdaderamente 
                lo fueran a utilizar? ¿Cuál es la verdadera razón 
                por la que la Consejería pretende dotar de ordenadores 
                portátiles a los alumnos y profesores? ¿No será 
                que es la única forma de sacar del aula los actuales y 
                denostados ordenadores de sobremesa sin reconocer que se pudieron 
                haber precipitado al invadir de ordenadores las aulas sin la consulta 
                previa a los docentes? ¿No será, por tanto, la llegada 
                de los ordenadores portátiles la manera con la que la Consejería 
                quiere volver a las aulas de mesas diáfanas, intentando 
                con ello reconocer, en alguna medida, las protestas de muchos 
                docentes y, al mismo tiempo, permanecer en su decisión 
                de la informatización de cada uno de los rincones de nuestros 
                centros escolares?
La política es a veces como la pragmática: un error 
                en el que todos incurren, finalmente es reconocido como regla. 
                Parece que los dirigentes educativos -los de antes y los de ahora- 
                no tienen previsto contar con los docentes en la toma de decisiones 
                sobre iniciativas que ellos mismos emprenden, dirigidas, sin duda 
                (pues no dudamos de su buena voluntad) a atajar los males que 
                afectan al sistema educativo. Pero quien conoce el terreno es 
                quien transita por él a diario, hecho que es obviado pertinazmente 
                por la Consejería de Educación. Pensar que los docentes 
                no tienen nada que ver o decir con los proyectos que se pretenden 
                llevar a término desde las altas instancias administrativas 
                son, simplemente, actitudes de otra época.
 
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