Érase una vez un país abochornado por su
clase política, una España difusa de hipotecado presente e incierto
futuro. Un territorio abandonado a las "leyes" de los mercados, a la
presión que ejercen las empresas del Ibex 35 y sometido a las
prescripciones de la troika. Erase un reino donde los lobbys, con la
aquiescencia del gobierno de turno, devoran a los ciudadanos, que son
tratados como ganado que tiene que producir, al que hay que exprimir
hasta el tuétano. Erase una nación donde aquellos que insultan a la
ciudadanía, recortando --por ejemplo-- los servicios públicos o
rescatando bancos con el dinero de todos, están solo a dos soflamas
políticas de volver a convencer a aquellos que someten.
Erase un país bidimensional, sin profundidad, desamparado y dejado a
la deriva como los restos de una vieja barca de madera que desaparecen
en las profundidades del piélago. Una nación como ésta, digo, no está
llamada a ser, sino más bien a depender y a obedecer a los poderes
fácticos que controlan sus designios.
Erase un reino desequilibrado donde se recortan los derechos de
muchos y se aumentan los privilegios de unos pocos, un país ajeno a
todas las igualdades, donde los resortes del Estado están imbuidos de
una rigidez intencionada para que poco cambie aunque cambie el gobierno.
El bipartidismo ha blindado el privilegio de una minoría a costa de la
vida desatendida de la mayoría.
ÉRASE una vez un estado ineficiente, donde la iglesia no paga el
IBI, y las eléctricas han convertido la energía en un lujo por su
desorbitado precio. Un país de sueldos mínimos y jornadas por horas
donde llegar a final de mes es una aspiración cada vez más lejana, y
donde adquirir estudios universitarios se convierte en una carrera de
obstáculos económicos.
Erase una vez un país donde se recorta en atención sanitaria, en
educación, en servicios sociales, donde se bajan los sueldos y se suben
los impuestos. Un pueblo asfixiado que asiste atónito al espectáculo de
la corrupción política: caso Gürtel, caso Palma Arena, operación Malaya,
caso de los ERE, caso Pujol... mientras los derechos sociales son
pisoteados con total impunidad.
Un país, érase que se era, con mucho cuento y muchas cuentas en
Suiza, donde corruptos, explotadores, sedicentes... nos precipitan a un
pozo de amargura. Es hora del "¡basta ya!", el pueblo tiene la palabra.