Siempre pensé que una educación libre de burocracia y centrada en la
docencia era posible; pero no, es solo una quimera, una ilusión
frustrada, porque la realidad es otra bien distinta. Es la burocracia la
que todo lo emponzoña: el papeleo, los trámites, las normas, actas,
planes, formularios, proyectos y un kilométrico etcétera sepultan a los
docentes y los aleja de su primigenia labor.
El proceso de enseñanza-aprendizaje tiene un poderoso y enrevesado
enemigo: la burocracia. Piensan las autoridades educativas que este
tedioso trabajo, meramente administrativo, que realizan los docentes es
necesario para establecer un control sobre el funcionamiento de los
centros, pero lo que consiguen es que la acción educativa pierda
calidad. Nuestros gestores educativos prefieren, inexplicablemente, que
los docentes dediquen más tiempo a papeleos abrumadores que a sus
alumnos; lo que supone una grave irresponsabilidad por su parte, dado
que están desnaturalizando la labor docente.
Me decía, no hace mucho tiempo, una directora de un colegio que
la inspección la presionaba para que pusiera en funcionamiento el
programa «aula del futuro» y que tenía bastante jodido el presente como
para ahora pensar en aulas del futuro, que no daba abasto con más planes
y programas, que vivía en una perenne angustia por todo el entramado
burocrático en el que estaba atrapada.
La gota que colma el vaso es el plan de igualdad, que mantiene a
los equipos directivos con el agua al cuello. Al margen de que la
necesidad de dicho plan esté justificada, la carga de trabajo ímprobo
que conlleva y la presión que se está ejerciendo a los centros, desde
Jefatura de Servicio de Innovación y Formación del Profesorado, para su
desarrollo está provocando un profundo rechazo que bien pudiera
desembocar en una negativa de los centros a desarrollar este y a otros
planes.
La consejería de educación, alejada de la realidad, asedia con
todo tipo de tareas no docentes a los profesores que, sin tiempo y sin
reconocimiento, están cada vez más cansados y hartos de la situación
insostenible en la que sobreviven.
Muchas de estas labores no docentes los profesores las realizan fuera de
su jornada laboral, lo que además de ser un abuso les quita tiempo para
centrarse en lo que verdaderamente importa: la docencia directa con los
alumnos y la búsqueda y adaptación de estrategias educativas para
favorecer el aprendizaje.
Las autoridades educativas demuestran una peligrosa ignorancia y
una tozudez que se me antoja incurable por su persistencia, que hace
que la incertidumbre más turbadora se cierna sobre el futuro de la
educación.
Es imprescindible contratar al personal necesario de
Administración y Servicios en todos los centros educativos. Hay muchas
tareas administrativas y burocráticas que las podrían realizar dicho
personal para descargar de ese trabajo a los docentes, cuya principal
labor debería ser la enseñanza.
Ya de por sí el trabajo de los docentes es denso, como para
cargarles con más tareas, pues no solo transmiten conocimiento, sino
también valores necesarios para logar ciudadanos respetuosos y con
espíritu crítico. Para lleva a cabo su labor tienen que programar y
establecer estrategias, así como evaluar el proceso de
enseñanza-aprendizaje, atendiendo a las características individuales de
cada alumno.
Los docentes están al albur de los vaivenes normativos y del
empecinamiento de las autoridades educativas de implementar todo tipo de
experimentos, planes y proyectos, sin dotar a los centros de mecanismos
para poder afrontar la carga burocrática que conllevan. Trabajar en
este ambiente de estrés socava la motivación necesaria para que un
docente desarrolle su labor con la eficiencia adecuada. Si a esta
turbadora realidad le sumamos la presión que ejerce la inspección
educativa para que se cumplan con los plazos estrictos y normalmente
cortos, en la entrega todo tipo de documentos, los docentes se sienten
asfixiados. Toda esta rigidez administrativa, todas estas formalidades
superfluas y todos estos trámites laboriosos lo que demuestra es que
estamos antes una administración deshumanizada que desconoce la realidad
de los centros y que pone a la labor docente ante el abismo.
*Vicepresidente del sindicato de enseñanza PIDE