martes, 27 de septiembre de 2022

LA SEMILLA DEL DIABLO SINDICAL ( Alfredo ARANDA PLATERO)

 La conocida como Organización Sindical Española (OSE), fue el único «sindicato» autorizado durante la dictadura franquista: nació en 1940 y se disolvió en 1977. En el mismo año y en el mismo mes que el pseudosindicato cesó su actividad, diciembre de 1977, nació el CSIF. Uno de los fundadores, y su primer presidente, Andrés Borderías Martín, fue candidato a procurador de Franco en Cortes Españolas; es decir, en román paladino, diputado franquista a dedo (ese mismo dedo que mandó a España a los infiernos durante 40 años). Poco más se podría añadir; no obstante, daré algunos datos más que son clara prueba de una realidad palmaria inmune a cualquier intento de ocultación o disimulo. 



Sobre el CSIF siempre ha gravitado la sospecha de ideologismo extremo por cuestiones obvias el pasado es un delator implacable–, pero han sabido bien nadar entre aguas turbulentas para diluir la sospecha. Uno de sus pilares básicos es la defensa de cuantas más horas de religión en la escuela mejor; otro, la protección de la iniciativa privada ligada a todos los sectores, pese a que para distraer dichos posicionamientos dicen defender lo público.

El CSIF es un sindicato ultraconservador y confesional, ante las evidencias pocas dudas hay al respecto; no olvidemos que, además, esta organización apoyó las manifestaciones, junto a lo más granado del extremismo patrio, a favor de la Ley Mordaza del pasado mes de noviembre de 2021 (esa norma predemocrática que le quita libertades a la ciudadanía). Por tanto, cualquier duda queda disuelta. Podríamos decir, para establecer una imagen exacta, que es un sindicato entre «eclesiástico y castrense».

Esta realidad es probable que hasta una gran parte de sus delegados y prosélitos la desconozcan, hasta ahí llega la capacidad de sus dirigentes de gestionar una realidad que les resulta incómoda, no porque renuncien a ella, sino por las repercusiones que puedan ocasionarles. 

Uno puede tener la ideología que prefiera –estamos en un estado democrático–, pero esconderse detrás de la “i” de independiente para tapar la realidad es, cuando menos, poco fiable. Si ellos mismos no se fían de sí mismos, de la aceptación que pueda tener que los funcionarios adviertan la verdadera naturaleza de su idiosincrasia, de su posicionamiento ideológico extremo y tienen que esconderse detrás de una letra, estamos ante una contradicción existencial que genera desconfianza en las verdaderas intenciones que persiguen; porque si no fuera así se mostrarían abiertamente.

Decir lo contrario de lo que se sabe o se piensa es mentir. La mentira sindical tiene un objetivo muy concreto: conseguir captar apoyos entre los trabajadores para mantener el estatus sindical lo más alto posible. 

Es habitual que esta organización establezca como modus operandi recurrente, una estrategia preelectoral definida por algún hecho efectista para atraer la atención del electorado. Antes de cada elección sindical han gritado a los cuatro vientos que nos quitan MUFACE y que solo ellos pueden evitarlo, también aseguran que ellos son los que han conseguido la vuelta a las 18 horas en secundaria o la mejora de las condiciones laborales de los docentes (que hemos negociados todos los sindicatos), otras veces provocan el pronunciamiento de la Mesa General, con la connivencia de instancias administrativas, en fechas cercanas a la elecciones sobre algunos aspectos que despiertan la atención mediática y, por supuesto, escenificarán movilizaciones en fecha cercanas a la elecciones (sindicales y políticas) cuando llevan callados muchos años. El engaño, las medias verdades, los bulos…, no deberían formar parte de la naturaleza ni de partidos políticos, ni de medios de comunicación, ni, por supuesto, de organizaciones sindicales. 

El 4 de marzo de 2020 aconteció un ejemplo palmario de una farsa en toda regla  cuando la organización sindical objeto de este artículo, se concentró para “protestar”, haciendo una escenificación teatral, en la Calle Morerías de Mérida, cuando la reunión fatídica, donde se estaba decidiendo perjudicar a los docentes de secundaria volviendo a las 19 horas lectivas y sacrificando la carrera profesional en Administración General y Sanidad, se desarrollaba a más de 3 kilómetros de distancia, en la Avenida Valhondo (sede de la Consejería de Educación). Mientras se concentraban daban el visto bueno al terrible acuerdo; al menos, así se reflejaba en la nota de prensa que la consejería publicó asegurando que los acuerdos habían sido rubricados por sus sindicatos tradicionales (por el tripartito sindical).

Más cercano en el tiempo fue la huelga de diseño de un día convocada el 30 de mayo de 2022 para protestar por el adelanto del periodo lectivo al 6 de septiembre, cuando en la mesa sectorial previa del 5 de mayo votaron a favor de ese calendario escolar propuesto por la Administración (el acta de la reunión es clara prueba). Después, a pesar de ellos, se pudo reconducir la situación para que el periodo lectivo empezara el día 12. 

Para terminar con este análisis somero de las realidades sindicales que nos rodean, añadir que en diciembre de 2020 la Consejería de Educación daba una rueda de prensa quedando claro que los interinos con vacante se incorporarían el 1 de septiembre de 2021, dado que había dos sentencias (la primera, la número 62/2020 del sindicato PIDE) que ya reconocían este derecho; sin embargo, el CSIF, como buen heredero del sindicalismo vertical, obvia la sentencia de PIDE, a la que aludía también la consejería, e intentan, sin conseguirlo, sacarnos de la foto.

Podría seguir citando ejemplos, pero no quiero convertir un artículo en un ensayo sobre las miserias del pseudosindicalismo, ni tampoco tendría espacio suficiente, ni tiempo, para acometer tamaña obra titánica. 

Alfredo Aranda Platero (Vicepresidente Sindicato PIDE)


jueves, 1 de septiembre de 2022

RECUERDOS CAUTIVOS (Alfredo ARANDA PLATERO)

"Volver a la escuela no estaba exento de emoción, pero tampoco de miedo"


Los recuerdos de la infancia cautivos de una memoria caprichosa afloran intensos y entusiastas, coincidiendo con el periodo estival, y te transportan a los días de libertad, de juegos y descubrimientos.


Largos días de verano donde los chavales conquistábamos las calles hasta que la noche se hacía presente y la luz tenue de las farolas rescataba de la oscuridad apenas un palmo de terreno a cada trecho. Las lagartijas salían, en su amanecer nocturno, atraídas por los insectos que acudían a la luz de las bombillas del alumbrado municipal, y desde su posición de privilegio, adheridas a la blancura encalada y nítida de las paredes de las casas, se daban un festín con movimientos rápidos de su lengua atrapadora para volver otra vez a la quietud paciente del cazador. Ante cualquier peligro, particularmente el de las largas cañas con las que los niños intentábamos alcanzarlas, se escabullían ágiles hacia la protección del alero de los tejados. 


Las familias tomaban el fresco nocturno en las puertas de las casas y los vecinos interactuaban intercambiando pareceres sobre acontecimientos del pueblo o sobre algún suceso de alcance escuchado en la radio. Mientras tanto, los niños apurábamos los últimos momentos de juegos callejeros antes de ser llamados para caer rendidos en los brazos de Morfeo y recuperar fuerzas para las aventuras del día siguiente. La vida estaba dotada de sencillez y lentitud. 


El mundo era nuevo cada día, como si la creación empezara con cada amanecer. Ni pasado, ni futuro, la niñez era un presente perpetuo y los veranos, que traían el premio de las eternas vacaciones escolares –ingenua percepción infantil–, su más ansiado refugio.


No es nostalgia lo que siento de aquel entonces, o tal vez lo sea; pero lo que sí tengo claro es que cuando rememoro los días pasados, me inunda una paz interior que me reconcilia con el adulto que ahora soy. Todos los años acumulados, todas las experiencias vividas y otras tantas perdidas, forman o deforman, según el caso, la persona en la que me he convertido sin apenas darme cuenta. 


Recuerdo con cariño aquellos tebeos prodigiosos de Francisco Ibáñez que te hacían reír a mandíbula batiente o los cómics del Capitán Trueno o aquellos otros de Marvel, que te transportaban a un mundo de superhéroes que eran fuente inagotable de fabulaciones infantiles. Lecturas que dieron paso, a medida que los años te iban distanciando de la infancia, a otras publicaciones menos infantiles, pero igualmente generadoras de sueños y fantasías. Sin olvidar aquellas revistas subidas de tono, solo de lectura visual, hurtadas a algún hermano mayor cuyo robo no se atrevía a denunciar y que te abrían las puertas de un mundo hasta entonces desconocido.


Todas esas cosas, y muchas más, pasaban en verano. Después, con la llegada del mes de septiembre, el otoño empezaba a anunciar su cercana vuelta y con él se avecinaba el inicio de un nuevo y amenazador curso escolar que te llenaba de incertidumbre, sobre todo si estabas ya en la última etapa de la EGB. No sabías si los maestros seguirían siendo los mismos, y de ser los mismos si continuarían siendo iguales, porque había maestros comprensivos y amables; pero otros, sin embargo, utilizaban la bofetada o la palmeta como argumentos pedagógicos heredados del aciago nacionalcatolicismo que aún persistía durante el tardofranquismo y que se fue diluyendo, poco a poco, con el fallecimiento del dictador. Volver a la escuela no estaba exento de emoción, pero tampoco de miedo. Lo mejor, no obstante, es que siempre quedaba el cobijo, la guarida de tu casa, la familia acogedora que te protegía de todos los males.


Septiembre tenía su propio olor: el de los libros nuevos, que mi memoria recordará siempre, el de los lápices de grafito, los bolígrafos bic, las gomas de borrar Milán, los rotuladores Carioca, los estuches de lápices de colores Alpino…, y la cartera donde se guardaba todo ese tesoro. Recuerdo también los viajes a la librería de al lado mi casa para ir haciendo acopio del material que nunca estaba todo al mismo tiempo. De esos viajes, ya derrotada la tarde, tengo grabado con gran intensidad el color con el que el cercano otoño teñía las calles, entre amarillo degradado y rojo desteñido que se transmutaba en un naranja melancólico, como de sol que se apaga, que anunciaba la inminencia de la noche. 


Cuando el perfil de la tarde disolvía sus contornos y la noche cautelosa se infiltraba con su cadencia inapelable por las calles, plazas y avenidas, el crepúsculo daba paso a la noche rotunda. Antes, el final del día y el inicio de la noche se encontraban en un periodo de claridad en decadencia, de luz que agonizaba; en ese preciso instante se encendían las luces de los escaparates de las tiendas de la calle donde vivía, lo que confería un ambiente como de un país idílico, un color que nunca he vuelto a ver y que solo permanecerá confinado en mi memoria.


Tuve una infancia feliz. La adolescencia ya fue otra cosa, porque la pubertad transita entre luces y sombras, donde la vorágine de los cambios físicos y psicológicos –la química de la pubertad– te puede llevar por caminos difíciles. La maduración corporal y sexual adquiere velocidad de crucero y las relaciones sociales, las conductas, los pensamientos están mediatizados por todo ese cambio. Pero eso ya lo recordaré otro día.


Alfredo Aranda Platero

 


PIDE SE MOVIÓ Y NO SALIÓ EN LA FOTO (Alfredo ARANDA PLATERO)

 Así tituló un artículo de prensa, el 8 de noviembre de 2006, un redactor de un medio informativo.

La motivación que inspiró al periodista a elegir tan acertado título, no fue otra que poner en valor la actuación poco ética de la Consejería de Educación. Después de que PIDE participara activamente en todas y cada una de las reuniones para la elaboración del “Acuerdo para el desarrollo de las condiciones laborales del profesorado (publicado en el DOE el 1 de marzo de 2007, que dimanaba del acuerdo de 2006 firmado por PIDE)”, la Consejera, presionada por determinados sindicatos, decidió imponer el día de la firma del acuerdo el mismo día que PIDE tenía convocado un día de huelga y una manifestación en el IES Santiago Apóstol de la localidad de Almendralejo (7 de noviembre de 2006), en apoyo de un profesor del centro por un incidente con un alumno. A la huelga se sumaron oficialmente más de 100 centros docentes a los que se unieron individualmente infinidad de docentes para defender no solo a este profesor, sino también como expresión del hartazgo de los docentes ante este tipo de situaciones y fue uno de los detonantes por los que se consiguió que la fiscalía reconociera cómo autoridad pública a los docentes, así nos lo anunció el fiscal Jefe de aquel entonces; noticia que recogió la prensa el 22 de noviembre de 2006: “El fiscal jefe […] anuncia al sindicato PIDE el endurecimiento de las penas que solicita. De falta leve como es ahora pasarían a considerarse delitos que pueden acarrear penas de prisión”.

Los docentes del centro solicitaron ayuda a todos los sindicatos, pero solo PIDE (los demás abandonaron el centro educativo donde nos citaron) permaneció firme y nos ofrecimos, sin pancartas sindicales, sin logos, para lo que fuera necesario. Convocamos la huelga, legalizamos la movilización y asistimos sin ningún distintivo para dar protagonismo exclusivo a los docentes y fue, como es sabido, un rotundo éxito.

La consejera de turno, que ejercía su labor en 2006, declaró en prensa que poner el día de la firma el mismo día de la huelga que había convocado PIDE, no era un castigo al Sindicato; sin embargo, nadie dudó, ni la prensa, ni los docentes, ni las familias…, que fue un claro intento de poner al Sindicato en una difícil tesitura. Pero los que quedaron en evidencia fueron ellos: la consejera y los sindicatos tradicionales. Al final, PIDE hizo su labor, tiró para adelante con la convocatoria de huelga y miles de docentes apoyaron la justa reivindicación. Hay que reconocer la habilidad del periodista que puso el titular a la noticia, porque en pocas palabras (“El Sindicato PIDE se movió y no salió en la foto”), consiguió el compendio más exacto de cómo funciona la manipulación más palmaria. 

No es fácil llegar a acuerdos con organizaciones que están tan ideologizada; sin embargo, con todas las diferencias, hemos conseguido entre todos (Sindicatos y Consejería de Educación) un nuevo acuerdo de “Licencias y Permisos” que mejora sustancialmente el anterior y que entrará en vigor el día 1 de septiembre de 2022 (publicado en DOE el viernes 26 de agosto). Hemos conseguido, entre otras mejoras: días remunerados por asuntos particulares, permisos para la asistencia a actividades de formación del profesorado en horario lectivo, permisos parcialmente retribuidos del personal docente no universitario, avances en la conciliación de la vida familiar y laboral, etcétera. 

En este acuerdo de mejoras laborales para los docentes de la educación pública firmado el 9 de junio de 2022, PIDE se ha movido y mucho, ha presionado y mucho; pero esta vez no han podido evitar que salgamos en la foto. Acuerdo que, además, es revisable para seguir mejorándolo.

Creo que era necesario no solo poner en valor las mejoras conseguidas para el próximo curso, sino también hacer una pequeña revisión histórica de cuán difícil resulta esquivar los continuos intentos de manipulación de aquellos que deberían emplear sus energías en conseguir mejoras para todos.

Alfredo Aranda Platero (Vicepresidente Sindicato PIDE)

27 de agosto de 2022.