jueves, 23 de febrero de 2023

NUEVO ACUERDO DE PLANTILLAS, SÉPTIMO AÑO DE ESPERA ( Alfredo ARANDA PLATERO)

 

Unas plantillas estables y definidas en los centros educativos permiten implantar con garantías un proyecto pedagógico.


De un tiempo a esta parte venimos asistiendo a las protestas de los maestros interinos de primaria porque entienden que otras especialidades ocupan las tutorías que a ellos les pertenecen, y, a la par, vemos que los maestros del resto de especialidades protestan igualmente porque consideran que su ámbito laboral queda reducido al no tener acceso a programas educativos que sí se ofertan para otras especialidades. Tanto es así que han creado dos grupos para defender sus intereses: «SOS primaria» y «Especialidades ahogadas».  

Nada que decir en cuanto a la loable iniciativa de defender lo que consideran justo para sus especialidades; sin embargo, lo más efectivo sería que unieran fuerzas para evitar que la Consejería de Educación se deleite con su pelea–por aquello del divide y vencerás– y caminar hacia la misma meta: un nuevo acuerdo de plantillas. PIDE los acompañará en esa lucha.

Un nuevo acuerdo de plantillas que evite la disparidad de criterios entre Delegaciones Provinciales de Educación y sus servicios respectivos de inspección. De otra manera, nos encontramos plazas de la misma naturaleza en centros parecidos perfiladas de formas diferentes, según el criterio subjetivo de los inspectores de los centros. Si los criterios les vinieran dados por la Secretaría General de Educación, tendrían que ajustarse a ellos obligatoriamente. De tal forma que los docentes, en el caso los maestros funcionarios de carrera, tendrían perfectamente definidas las plazas que ostentan y en lo referente a los funcionarios interinos las plazas que ocupan serían, en la mayoría de las ocasiones, de su especialidad. Y nadie podría “manipular” los perfiles de las plazas, creando los desajustes que han llevado al descontento general. 

Unas plantillas estables y definidas en los centros educativos permiten implantar con garantías un proyecto pedagógico y didáctico que mejore los resultados académicos de los alumnos.

En dicho acuerdo de plantillas se debería contemplar también la bajada de ratios, consiguiendo con ello dos beneficios inmediatos: mejorar la calidad de enseñanza y compensar la bajada de natalidad para evitar supresiones de unidades. Si a esto le sumamos las 18 horas lectivas para maestros, que es una iniciativa que PIDE lleva trabajando varios años bajo el lema “Horario del siglo XXI para los maestros extremeños”, la cara de la educación pública cambiaría por completo. 

Definir con pulcritud pedagógica las plantillas docentes (acotando las excepciones que dimanan de la flexibilidad organizativa), bajar la ratio e igualar el horario lectivo en todos los cuerpos y especialidades (18 horas lectivas), es la verdadera revolución pedagógica, más allá de la tecnológica que viene dada por el natural devenir de una sociedad cada vez más tecnificada. 

Es la educación pública la que debe liderar esta revolución, porque es inclusiva, democrática, participativa, compensadora de desigualdades, verdaderamente gratuita…; porque, en definitiva, es la educación de todos y el pilar fundamental de una sociedad democrática libre de ideologías perniciosas y de credos.

Para emprender esta lucha estamos cargados de razones, motivados y reforzados desde la posición de sindicato mayoritario de la educación pública en Extremadura.

*Vicepresidente del sindicato PIDE

miércoles, 22 de febrero de 2023

AULA DEL PRESENTE (Alfredo ARANDA PLATERO)

 


Hay que atender, por igual, las necesidades de los alumnos y de los profesores

Ahora que se habla tanto del aula del futuro que, dicho sea de paso, es un proyecto de mucho interés –al que también haré breve alusión en este artículo–, conviene tener los pies en el suelo y atender los problemas del aula del presente. 


El fracaso escolar es uno de los principales problemas –no el único– de la educación en España, la desmotivación creciente de los alumnos orbita alrededor de cualquier teoría al respecto. Ya sea por un sistema que tiende a la homogeneidad de los alumnos en vez de a la individualidad, por la falta de hábitos de estudio, por la cantidad de distracciones digitales que tienen a su alcance, por carencias en la autoestima, en la responsabilidad y el comportamiento producto de una educación permisiva…; sea por lo que fuere, parte de estos ingredientes o todos ellos infusionados juntos dentro de un aula crea un ambiente que, en muchas ocasiones, termina por desesperar al docente que tiene que batallar con comportamientos disruptivos de algunos alumnos que entorpecen el proceso de enseñanza-aprendizaje, o con actitudes pasotas de otros que han decidido objetar de las tareas educativas.

Desarrollar la actividad profesional docente en un atmósfera viciada por los comportamientos descritos, no solo perjudica la calidad de la labor del profesor, sino también su salud emocional y, por supuesto, afecta de forma muy negativa a todos los alumnos, incluidos a los disruptivos y objetores. 

Causas, como digo, puede haber muchas y la solución tampoco es única, pero las autoridades educativas tienen en su mano medidas balsámicas para contrarrestar la «pandemia» del fracaso escolar. La palabra mágica es «inversión», término cuya sola audición produce sarpullidos en los responsables de la Consejería de Educación. 

Para individualizar la enseñanza, que es una de las soluciones de mayor calado, se necesita bajar la ratio; y para que esto sea posible es preciso invertir. Es, asimismo, prioritario homogenizar el horario lectivo para todos los docentes (18 horas lectivas también para los maestros) y la compensación económica y laboral por la asunción de tareas: pago del complemento de tutorías para todos los cuerpos y enseñanzas, aumento del complemento autonómico para equiparnos a docentes de otras comunidades, complementos económicos y horario de gestión para la coordinación de proyectos de toda índole en la que los centros están inmersos…

Hay que atender, por igual, las necesidades de los alumnos y de los profesores, porque ambos colectivos son los actores principales (no me olvido de la implicación de las familias) y cuidarlos es fundamental para avistar tierra y poder arribar en buen puerto.

En cuanto al aula del futuro tiene mucho de lo que necesita la del presente. Es un proyecto que pretende flexibilizar espacios para dar entrada a las tecnologías como expresión de las metodologías activas (pizarras digitales, dispositivos móviles con pantallas táctiles, cámara de 360º, materiales diversos para investigar, estudio de grabación…). Me recuerda a aquello de trabajar por rincones de la etapa de educación infantil, en la medida en que dicho proyecto zonifica el espacio del aula y lo divide en zonas diversas para investigar, explorar, desarrollar, interactuar, crear…, para que así el alumno sea partícipe del proceso educativo en grado máximo. 

El aula del futuro es un proyecto para el que se necesita inversión, de nuevo la palabra mágica, y disponer de una ratio manejable para dicho propósito. Ni más ni menos que lo que estoy pidiendo para el aula del presente. Por tanto, y en resumidas cuentas, si no plantas semilla no recoges cosecha, si no inviertes en educación no pretendas obtener buenos resultados milagrosamente. 

Aunque el proceso educativo es complejo, las recetas para mejorarlo son sencillas, otra cosa es la tozudez de las autoridades educativas que pretenden solucionar los problemas de la educación atosigando a los docentes y manteniéndolos en un régimen de simiesclavitud, con un sistema profundamente burocratizado y asumiendo tareas que exceden, con mucho, su jornada laboral sin ninguna contraprestación. Así no vamos a ninguna parte, el tiempo que tarden los responsables educativos en convencerse no lo sabemos, pero sí será un tiempo perdido difícil de recuperar.

*Vicepresidente del sindicato PIDE

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