Pretender espantar los males de la educación poniendo el
punto de mira en los deberes, como si estos fueran el demonio que
aterroriza la vida de los alumnos es, como poco, de una inmensa simpleza
y de una profunda irresponsabilidad.
Los alumnos que
efectúan tareas en casa obtienen mejores notas (un hecho reconocido no
solo por el informe PISA) y, por tanto, los deberes no son malos «per
se». Otra cosa es el tipo de deberes y el tiempo recomendado según la
edad del alumno; pero ese no es el debate que, desde ciertos colectivos,
se pretende abrir. Lo que se persigue es que los deberes desaparezcan
de la vida diaria de los alumnos.
Los que persiguen la supresión de los deberes nos
comparan, reiteradamente, con Finlandia a la mínima oportunidad, pero se
olvidan de que en Finlandia también se mandan deberes para casa (un
mínimo de 2,5 horas semanales). También se olvidan de que en Finlandia
las ratios en las asignaturas instrumentales son muy bajas, que la
inversión educativa es mucho mayor que en España, que hay profesores de
apoyos en cantidad suficiente, que tienen todo tipo de recursos, que el
respeto a los profesores es enorme, etc. Es como comparar un huevo con
una castaña. En España solo los docentes dan la talla y compensan con su
trabajo y calidad las deficiencias de un sistema educativo mediatizado
ideológicamente por el gobierno de turno.
Desde PIDE
coincidimos con quien denuncia que el modelo pedagógico actual tiene una
sobre carga de contenidos absurdos, tareas repetitivas que no llevan a
nada y demasiados exámenes. Por eso y por otras cosas apoyamos la
huelga del día 9 contra la LOMCE (como hemos hecho siempre), y lo
hacemos con la ilusión y la esperanza de que una nueva Ley de
educación, consensuada por todos, pueda solucionar de una vez los males
atávicos que han arrastrado las 8 leyes de educación que hemos tenido en
40 años.
Centrar el debate en los deberes es un país
donde la inversión educativa es de las más bajas de Europa y donde las
conductas disruptivas de los alumnos son de las más altas, es una
pérdida de tiempo además de constituir la contratación fehaciente del
profundísimo desconocimiento que ciertas asociaciones tienen del sistema
educativa autóctono y de sus bondades y maldades. En todos los países
europeos se mandan deberes para casa; ese debate ya se abrió hace años,
por ejemplo, en Francia y no supuso, en modo alguno, ningún cambio al
respecto. Solo en un contexto idílico de enseñanza individualizada y sin
las dañinas disrupciones los deberes tendrían menos peso y, con todo,
también seguirían siendo necesarios.
Los
cuestionarios sobre los deberes escolares que finalmente se han aprobado
en la comisión permanente del Consejo Escolar de Extremadura con el
único voto en contra de PIDE, no solo suponen una injerencia en la
actividad docente, sino que también constituyen una clara claudicación
del Gobierno de Extremadura ante presiones interesadas.
Los cuestionarios nacen, de entrada, con la intención torticera de
servir de excusa para poner en tela de juicio la labor de los docentes. Y
lo hacen además con una batería de preguntas que esconden una clara
manipulación y, por si fuera poco, con una descompensación intolerable.
De tal forma que únicamente el tutor (4º de primaria y 2º de ESO) podrá
hacer dicha encuesta, mientras que todos los padres y madres de dichos
cursos, así como todos los alumnos, tendrán acceso a la misma. El resto
de profesores que imparten el grupo serán silenciados.
No contentos con este despropósito y para evitar que nadie pueda
entorpecer el objetivo ilegítimo que persigue dicho cuestionario, no se
permitieron enmiendas en la comisión permanente del Consejo Escolar de
Extremadura. Podemos decir utilizando un lenguaje jurídico, si se me
permite la licencia, que dichos cuestionarios están viciados de nulidad.
Se echan de menos preguntas que, seguro, serían incómodas para una
tipología concreta de padres y madres como, por ejemplo, si están
satisfechos con el rendimiento de sus hijos, si creen que sus hijos se
esfuerzan lo suficiente, si apoyan las decisiones de los docentes con
respecto al comportamiento de sus vástagos, si muestran su contrariedad o
alegraría según sean los resultados escolares, si premian con regalos a
sus hijos independientemente de que saquen buenas o malas
calificaciones, si sus hijos pasan mucho tiempo delante del ordenador o
del móvil, si conocen el funcionamiento del centro y tienen una relación
fluida con los profesores, etc. En definitiva preguntas que evaluarían
la labor como padres y madres, porque también tiene mucho que ver con el
éxito y el fracaso de los escolares. Sin embargo este tipo de
cuestiones no estaban previstas en el guion.
Tampoco
interesa saber si los padres sobrecargan a sus hijos con actividades
extraescolares, ni si consideran los deberes de calidad como
imprescindibles para la evolución curricular de sus hijos, ni si los
deberes suponen una compensación por la falta de recursos educativos,
etc. Para que un cuestionario sea solvente, serio, tiene que partir
primero de un equilibro entre participantes y, después, contener
preguntas que lleven a un diagnóstico real de la situación. Ninguna de
las premisas se cumple con los cuestionarios aprobados en la comisión
permanente del Consejo Escolar de Extremadura.
Los deberes cuando son de calidad y racionalizados, en su justa medida
(adaptados en cantidad y complejidad a la edad del niño), fomentan la
creatividad del alumno y, por tanto, tienen un extraordinario potencial
educativo. Pretender hurtar al alumno de este apoyo es entorpecer
gratuitamente la evolución del discente en su objetivo de ir alcanzando
con éxitos los retos educativos que se le presentan a cada paso.
Este impostado debate sobre la idoneidad o no de mandar deberes para
casa es una clara amenaza tanto para la evolución educativa de los
alumnos, como para la libertad de cátedra de los docentes (hoy quieren
decidir sobre los deberes, mañana querrán también decidir sobre el
atuendo que deben llevar los profesores al centro). Es tan delirante el
asunto como si, por ejemplo, una asociación de pacientes arremetiera
contra los médicos para que estos no mandasen ejercicios de
rehabilitación o instrucciones para sanar sus males más allá de lo que
ocupa el tiempo de consulta.
Al final lo que
conseguirán es hacer un daño gratuito al alumno y, por extensión, al
sistema educativo. La comunidad educativa debe abrir un debate sobre las
carencias y dificultades del sistema educativo: falta de inversión,
falta de recursos materiales y personales, promover la dignificación de
la labor docente, establecer estrategias para reenganchar a los alumnos
objetores educativos que son los causante de las disrupciones en el aula
que tanto perjuicio causan al transcurso de las jornadas escolares,
etc. Este es el verdadero debate y dejémonos de “marear la perdiz”
porque al final se cumplirá ese viejo refrán español que dice: “Entre
todos la mataron y ella sola se murió”.
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