La teoría educativa de los últimos 15 ó 20 años
excluye lo meramente memorístico, de modo que a los discentes
apenas se les exige que aprendan nada de memoria. Más bien, se
trata de que aprendan a aprender. Lo que es bueno para los alumnos/as,
¿por qué no lo es para los docentes? El sistema de oposiciones
continúa exigiendo la memorización pura y dura de unos
temas. ¿Por qué?
En cualquier ámbito de la actividad humana se valora, incluso
se exige, la experiencia previa. ¿Por qué en el ámbito
de la docencia se puede todavía hoy enviar al paro a trabajadores
con años de experiencia, cuando su puesto de trabajo sigue siendo
necesario y su desempeño ha sido satisfactorio?
Las empresas eficaces y eficientes (públicas o privadas) invierten
recursos en la formación de sus empleados y rentabilizan ese
esfuerzo colocando al personal en los puestos para los que están
preparados. ¿Por qué la empresa educativa pública
se permite el lujo de enviar al paro a sus trabajadores después
de haber gastado fuertes sumas de dinero público en su formación?
Por ejemplo, en Extremadura, en el año 2003, unos 700 maestros/as
interinos fueron enviados al paro por el actual sistema de oposiciones.
¡Cuánta ineficiencia! ¡Qué desperdicio de
experiencia y formación!
En el siglo de internet y las nuevas tecnologías, cualquier dato
o información se puede encontrar fácilmente sin moverse
de casa. A las fuentes tradicionales de información y formación
que eran los libros y bibliotecas, se añaden las inmensas posibilidades
de la red. En estas condiciones, ¿qué sentido tiene hoy
en día mantener vivo un anticuado sistema de oposiciones que
exige memorizar unos temas?
En definitiva, la memoria es lo característico de los ordenadores.
La interrelación creativa entre los datos almacenados en la memoria
sigue siendo patrimonio de las personas. Y hoy en día esto se
hace trabajando con datos, archivos e informaciones que llegan a nuestra
mesa de trabajo u ordenador desde variadas fuentes, sin necesidad de
que todos esos datos estén en nuestra limitada memoria. ¿Por
qué el sistema de oposiciones todavía hoy en vigor se
empeña en considerar al opositor como un "ordenador portátil"?
Además, el sistema de oposiciones en vigor es perverso, pues
obliga a competir por las mismas plazas a personas de naturaleza muy
diferente.
Efectivamente, al estar basado principalmente en la memorización
de unos temas, la capacidad que se está midiendo es, sobre todo,
la memoria y, en función de ella, se adjudican las plazas. Sin
embargo, la facultad de la memoria alcanza su máximo desarrollo
en torno a los 25 años de edad, empezando a deteriorarse a partir
de ahí por la natural pérdida de neuronas (entre otras
causas).
Los jóvenes que acaban de licenciarse carecen de experiencia
profesional pero tienen una pletórica capacidad de memoria, muy
entrenada además por sus recientes estudios.
Los interinos/as, especialmente los que llevan varios años trabajando,
han perdido “músculo memorístico”, pero han
ganado en experiencia y estrategias metodológicas.
En estas condiciones, obligar a unos y a otros a competir por las mismas
plazas, reconozcámoslo, es perverso. Si el legislador en materia
educativa quiere mejorar el sistema de acceso y ser más equitativo,
no debe obligar a los jóvenes a competir contra la experiencia,
ni a los interinos/as a enfrentarse contra la capacidad memorística.
Efectivamente, no queda más remedio que establecer dos vías
diferenciadas para el acceso.
Ahora bien, en la realidad no se dan casos “puros” en ningún
sentido, es decir, no hay opositores con cero experiencia de la misma
manera que tampoco los hay con nula capacidad de memorización.
Efectivamente, los más jóvenes, incluso los recién
salidos de la facultad, tienen al menos la experiencia que les haya
dado el periodo de prácticas. Asimismo, los interinos/as, incluso
los de más experiencia, conservan aún cierta capacidad
de memorización. Entre esos dos casos extremos hay toda una gradación
de posibilidades.
Por eso, si hubiera una doble vía de acceso, lo importante para
cada opositor sería elegir la más adecuada a sus características
personales. En ese supuesto, los peor situados serían aquellos
que se ubicaran justo en la mitad de la escala, ya que les resultaría
más difícil decidir en qué dirección orientar
sus esfuerzos. Vemos, por tanto, que ningún sistema es perfecto.
Sin embargo, pese a este inconveniente, creo que la doble vía
evita los contrasentidos, esquizofrenias y perversidades del actual
sistema.
En conclusión, mi propuesta es que los jóvenes compitan
con los jóvenes, los interinos con los interinos, y que cada
cual decida si es joven o interino/a.
MCGG
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